Cuando alguien recibe un diagnóstico reciente de cáncer de próstata, la primera pregunta que suele surgir es: ¿qué significa esto para mí? La próstata es una pequeña glándula situada debajo de la vejiga que ayuda a producir el semen. El cáncer en esta glándula puede comportarse de maneras muy diferentes. Algunos cánceres de próstata crecen tan lentamente que nunca causan problemas, mientras que otros son agresivos y requieren tratamiento inmediato.
El tipo más común se llama adenocarcinoma. Este comienza en las células glandulares de la próstata y constituye la gran mayoría de los casos. Los médicos observan las células cancerosas al microscopio y les asignan una puntuación de Gleason, que muestra qué tan anormales se ven. Esa puntuación es una de las mejores formas de predecir la rapidez con que el cáncer podría crecer y propagarse.
El tratamiento depende del tipo y la agresividad del cáncer, junto con la edad y el estado general de salud de la persona. Algunos hombres reciben chequeos y pruebas regulares para vigilar el cáncer (a veces llamado vigilancia activa) sin iniciar tratamiento de inmediato si el cáncer es pequeño, de crecimiento lento y no causa síntomas. Otros pueden necesitar cirugía o radiación en la glándula. En ocasiones se agrega terapia hormonal para bloquear las señales que ayudan al crecimiento del cáncer de próstata.
Los efectos secundarios son una parte importante de la conversación. El control urinario y la función sexual pueden cambiar después de la cirugía o la radiación, y la terapia hormonal puede afectar la energía y el estado de ánimo. Hablar abiertamente con el médico sobre lo que se puede esperar facilita la preparación y la búsqueda de maneras de manejar estos cambios.
La importante es que no todos los cánceres de próstata son iguales. Comprender el tipo y el nivel de riesgo es el primer paso para decidir qué tratamiento, si alguno, es necesario.